Buenos Aires, 24 de enero de 2014
Hace un año el dólar se cotizaba a menos de $5. Hoy con la devaluación se necesitan $8 por dólar, convalidando un incremento del 60% en el precio de la divisa.
Hasta hace poco se sostenía que la política oficial no contemplaba devaluar la moneda nacional. Sin embargo, la aceleración de la depreciación monetaria se apresuró durante el 2013 y más aún sobre fines del año, especialmente con el cambio de autoridades en el Gabinete de Ministros y en la Presidencia del Banco Central en noviembre pasado.
El comienzo del 2014 evidenció un mayor nivel de depreciación monetaria, agudizada en esta semana con la deliberada retirada del Banco Central del mercado cambiario el miércoles 22/1, que apenas pudo sostener por un día, y ya el jueves 23/4 tuvo que vender 100 millones de dólares para bajar la cotización de los $8,40 por dólar a $7,75 por unidad de moneda estadounidense. El viernes 24/1 el precio de la divisa osciló por encima de los $8.
Complementariamente, el gobierno dispuso flexibilizar las restricciones a la compra de divisas para atesoramiento, lo que estaba prohibido hasta ahora, lo que podrá realizarse previa autorización de la AFIP, el ente de recaudación, con un adicional de 20% a cuenta del impuesto a las ganancias, que a la cotización del día, cada dólar se obtendrá contra $9,60.
Hasta aquí los hechos. Las incertidumbres a futuro continúan, especialmente el impacto sobre los precios, ya que la devaluación incide en la importación de insumos y bienes intermedios necesarios para la producción en el país, tal el caso de automotores o electrodomésticos entre otros, sin perjuicio de un conjunto de bienes y servicios que ajustan precios sobre costos dolarizados, e incluso expectativas.
Es un dato que las devaluaciones favorecen a los grandes productores y exportadores y de hecho, era la demanda de los sectores hegemónicos de la producción local, buena parte asociada a la transnacionalización capitalista de la economía argentina. La contracara es el perjuicio para quienes perciben ingresos fijos, los trabajadores, regulares e irregulares, activos o pasivos, a tiempo completo, flexibilizados o tercerizados, los que reciben planes sociales e incluso productores y empresarios que asocian sus ventas a este importante sector de la sociedad. Son pocos los beneficiados, el poder económico más concentrado, y son millones los que verán afectados su capacidad de compra. Las devaluaciones no generan equidad, y aun mejorando competitividad, algo que no es seguro, supone la transferencia de recursos de los trabajadores a los propietarios concentrados del capital.
¿Por qué la devaluación? ¿Hay otras posibilidades?
Desde el gobierno se explican maniobras especulativas del titular de Shell en connivencia con bancos extranjeros, el Citi, el Francés y el HSBC. Más allá de las acciones legales que se impulsen bien vale considerar la necesidad de mantener a la banca extranjera en la Argentina y consultarnos, a esta altura, por qué continuar con la legislación financiera de la dictadura genocida. Asociado a ello se requiere un estricto control del comercio exterior, el que se concentra en un puñado de empresas extranjeras y un conjunto reducido de bienes que explican el comercio exterior.
Claro que estamos remitiendo a la nacionalización de la banca y del comercio exterior, y que ello supone un enfrentamiento con el poder económico y político, que se requiere constituir sujeto social y político para sostener la confrontación. Ello necesita asumir un nuevo rumbo modificando la ecuación de beneficiarios y perjudicados del orden económico y social en el país. Lo que ha fallado en la Argentina de este tiempo es la concepción de la posibilidad de un “capitalismo nacional” al que convocó a construir Néstor Kirchner en mayo del 2003. En la era de la transnacionalización es un imposible, como inútil es buscar una “burguesía nacional” que asuma ese proyecto, salvo la gestación de nuevos sectores de burguesía local, los que acumulan en el marco de un proceso continuo de extranjerización y dependencia de la economía local al sistema mundial del capitalismo.
La realidad es que las divisa tienen precio y la pelea por su cotización enfrentó a los sectores hegemónicos privados de la economía argentina con el gobierno, demandante de dólares, principalmente para la cancelación de la deuda pública. Eso explica la perdida de reservas en el último tiempo, solamente 12.000 millones de dólares durante el 2013, entre fuga de capitales y pagos de la deuda, según datos oficiales.
El precio de la divisa, de los bienes y servicios, o de la fuerza de trabajo se dirime en el capitalismo en un mercado monopolizado por grandes capitales altamente concentrados y centralizados. Los Estados pueden convalidar la situación o enfrentarla, lo que supone romper la lógica del capital para intentar organizar un orden diferente, anticapitalista, incluso socialista.
Es un debate que trasciende la realidad nacional y se presenta en toda la región Nuestramericana, ya que el cambio político emergente a comienzos de siglo puede agotarse si no se profundizan políticas independientes y soberanas en la región. Aludo a la soberanía alimentaria, energética, financiera, que contribuya a una modificación del modelo productivo depredador y a un nuevo modelo de desarrollo para la región.
Falta poco para la cumbre de la CELAC y se discute un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. ¿Ese es el rumbo de la inserción internacional de Nuestramérica? La inserción subordinada de la región fortalece la dependencia del orden capitalista en las condiciones actuales de transnacionalización, generalización de la especulación y el delito. ¿Hay solución fortaleciendo la inserción en el orden capitalista mundial, ese que gerencia el FMI, el Banco Mundial, la OMC? ¿Por qué libre cambio con Europa, luego de haber rechazado el ALCA? ¿Es mejor el capitalismo europeo que el estadounidense? El interrogante es aún más válido cuando pensamos la hegemonía alemana en Europa y las políticas de austeridad generalizadas en el viejo continente.
Argentina y la región están urgidas por cambios estructurales, los que deben realizarse integradamente. Existen novedosos mecanismos e instrumentos en funcionamiento, junto a avanzadas ideas que pueden facilitar el proceso. Aludo al ALBA, incluso UNASUR y la CELAC, pese a los matices en su seno. También al sistema múltiple de pagos con monedas locales entre Brasil y Argentina, escasamente usado, o el SUCRE entre los países del ALBA, al que adhirió Uruguay. Mucho se escribió sobre la nueva arquitectura financiera, expresión de ello es el Banco del ALBA. Bolivia acaba de anunciar que dispone de la cuota asignada para hacer funcionar un Banco del Sur que puede ser depositario de las reservas internacionales, cuantiosas entre los países que adhieren a la iniciativa.
No constituye una utopía hacer realidad el otro mundo posible a que nos convocó el Foro Social Mundial a comienzos del presente siglo. El capitalismo no ofrece soluciones a los pueblos de la región y del mundo. Fue en esencia el mensaje de Hugo Chávez cuando a fines del 2004 formuló su proyecto del socialismo del Siglo XXI. Ante la debacle de la URSS y el socialismo en el este de Europa y el rumbo e inserción de China en el capitalismo global, existen voces que nos acusan de anacrónicos y cuando mucho de utópicos. Los utópicos son los que imaginan una salida dentro del capitalismo y aún, aquellos que se contienen en el límite de lo posible, intentando reformar al capitalismo.
Los límites de la heterodoxia, el neo-desarrollismo o neo-keynesianismo, según como se asuma, en la Argentina, da cuenta de los debates, en la región y en el mundo, por superar la crisis del capitalismo, la dependencia, pensando y construyendo un orden económico, social, político y cultural de emancipación, sin explotación y armonioso con la naturaleza.