jueves, 14 de junio de 2012

Para entender la situación de los jóvenes y el Yo soy #132

El Movimiento Yo soy #132 es uno de los fenómenos más interesantes y novedosos de la coyuntura política de la sucesión presidencial de 2012. Señalada la generación actual, en forma ramplona y superficial, como una que ni trabaja ni estudia (la generación "nini" le han llamado algunos), la bola de nieve que provocó la presencia de Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana y la inconveniente respuesta de Pedro Joaquín Coldwell hicieron posible que esta generación nos mostrara otro rostro: el de los jóvenes con conciencia política, críticos, el de los jóvenes que aspiran a vivir en un país con mayor justicia social, sin pobreza, con oportunidades de empleo, con seguridad pública y ocupada en la preservación de nuestro medio ambiente.

Si el movimiento YO SOY #132 trasciende o no la coyuntura actual, cosa que está por verse, en cualquier caso quedará para el registro de la coyuntura y de la historia la expresión de un grupo de jóvenes que ha mostrado poseer agenda  y urgencia en promover el cambio social (urgencia traducida no pocas veces en intolerancia y mesianismo). No obstante también, un movimiento cuya agenda, cualquier gobernante medianamente sensible, de cualquier partido político tendrá que tener presente, tendrá que tomar en cuenta.

Comprender cabalmente a la actual generación requiere de armar las varias piezas del rompecabezas y van más allá de los mal llamados ninis y del Yo soy #132. El Maestro Alejandro Nadal, nos proporciona algunas luces para entender una de ellas: el estado que guarda el gasto en Educación Media Superior y Superior y el segmento de jóvenes privilegiados que tienen acceso a estos niveles de educación. El profesor-investigador del Colegio de México, nos comparte la gráfica de Marcos Chávez la cual muestra la evolución del gasto en educación media superior y superior durante los últimos 35 años en México y está en pesos reales de 2010.


Con relación a la educación media superior, Nadal observa que:
En el ciclo 77-78 el gasto por estudiante en el segmento de educación media era de mil 400 pesos (todas las medidas son en pesos de 2010) y 10 años después el gasto era de sólo 616 pesos. Hacia finales del sexenio de Salinas el gasto parece irse recuperando, pero como el modelo neoliberal se nutre de ciclos de expansión insustentables, eso no era sustentable. El terrible ajuste impuesto sobre la población a raíz de la crisis de 1994-95 nuevamente reduce el gasto hasta mil 105 pesos por estudiante en 1999. A partir de esa fecha, los recursos invertidos por estudiante se mantienen estancados y hoy, al concluir el ciclo 2011-2012 el gasto por estudiante en el nivel de enseñanza media se sitúa al mismo nivel que el gasto de hace 35 años, unos cuatro pesos diarios.
Con relación a la educación superior, Nadal escribe:
La serie de datos sobre el gasto en la educación superior arranca con 4 mil 110 pesos por estudiante en la matrícula de educación superior para el ciclo 1977-78. Al igual que el caso anterior, se observa un desplome en los años 80 superior, de tal modo que el gasto se reduce en más de 50 por ciento hasta quedar en mil 866 pesos en el ciclo 85-86. Después sobreviene la engañosa recuperación en el gobierno de Salinas. La crisis de 1994-95 tuvo un efecto destructivo sobre el gasto en educación superior. Y como muestra la gráfica, hoy estamos por debajo del nivel que tenía México en 1977-78.
La gráfica derrumba mitos y creencias que algunos de nuestros gobernantes se han empeñado en construir: el gasto actual en educación media superior y superior en términos reales, apenas alcanza los niveles de 1977. Esto nos puede ayudar a comprender porqué el sistema de educación pública no puede ofrecer un espacio a los millones de jóvenes mexicanos que lo demandan, esta gráfica nos ayuda a comprender las limitaciones reales en las que opera uno de los ingredientes fundamentales para la promoción del desarrollo económico y de la cada vez menor movilidad social.

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viernes, 1 de junio de 2012

Debatir el sentido de la Segunda Generación de Reformas Estructurales en México

Más allá de la banalización del Ier Debate entre Candidatos a la Presidencia de México; 
más allá de la magia del escote de Julia Orayen...

El pasado domingo 6 de mayo se realizó el primer debate entre candidatos a la Presidencia de la República de nuestro país. A cuatro semanas del mismo, dos circunstancias dominaron el pos-debate: 1a) el espectacular escote de Julia Orayen la edecán que estuvo a cuadro tan solo 24 segundos a cuadro y que fue declarada triunfadora unánime del debate por knock out y 2) el uso de las redes sociales, de facebook y de twitter para intentar construir percepciones de triunfo y derrota entre los candidatos a la presidencia .


Sería una enorme injusticia pensar que la riqueza de ideas y de propuestas que los candidatos expusieron en el foro-debate no tienen importancia o trascendencia. Mucho se dijo, propuso y se perfiló. Quiero rescatar una idea que me parece muy importante y que con toda seguridad va a estar presente en el debate económico y político gane quien gane la presidencia de la república: la idea de realizar una Segunda Generación de Reformas Estrucuturales en México para elevar el crecimiento económico, el empleo y el bienestar social.

Por lo menos Josefina Vazquez Mota, Gabriel Quadri y Enrique Peña Nieto se pronunciaron con claridad en torno a la necesidad de instrumentar un conjunto de reformas estructurales para México: reforma educativa, reforma energética, reforma de las telecomunicaciones y una reforma laboral. López Obrador es un misterio en este sentido.

A casi tres décadas de instrumentado el primer paquete de reformas estructurales (léase reducción del tamaño e importancia del Estado, liberalización comercial y de capitales, equilibrio fiscal, autonomía del Banco Central y de la Comisión Federal de Competencia, tratados de libre comercio, etc.) el prometido crecimiento económico y el bienestar social asociado al mismo brillan por su ausencia. Es verdad que el volumen de nuestras exportaciones supera el orden de los 350 mil millones de dólares anuales y que el flujo de capitales que financian nuestro déficit exterior es constante y positivo, no obstante, hay que decirlo: el crecimiento económico de las últimas tres décadas ha estado muy por debajo de la demanda de empleo y el bienestar social prometido.

Es verdad que una educación de calidad (desde sus niveles básicos hasta los superiores) incide en mejores niveles de calificación profesional y productividad laboral y de esa manera impacta positivamente el crecimiento económico; es verdad que un costo de los insumos de energía en niveles similares a los estándares internacionales es una condición fundamental para que las empresas instaladas en México puedan competir en condiciones de equidad con el resto del mundo; es verdad que una reforma del mercado de telecomunicaciones que aumente la competencia al interior del sector y que permita el acceso democrático de todos los mexicanos al internet pudiera impactar positivamente el bienestar social; es verdad que una reforma laboral que ponga el acento en aumentar la capacitación y la productividad de los trabajadores para elevar los salarios y el ingreso de los trabajadores tendría un efecto positivo sobre el consumo de bienes y servicios y de esa manera sobre el crecimiento económico. 

Pero ninguna de las reformas enunciadas se podrá hacer realidad fácilmente. En el caso de la reforma educativa esta tropezará con la impresionante diversidad social, económica, cultural y geográfica existente en la sociedad mexicana, la escasez de recursos e infraestructura, además de los intereses de una organización sindical con un núcleo dirigente altamente profesionalizado con la cual habrá que procesarla. Similares condiciones existen en cada una de las reformas propuestas: la existencia de intereses establecidos con los cuales hay que procesar las reformas propuestas.

Des-ideologizar el sentido de las reformas propuestas es una condición fundamental para poder construir consensos. A treinta años del primer paquete de reformas estructurales, los mexicanos no estamos dispuestos a regalar cheques en blanco a la próxima administración gubernamental.


PRIMER DEBATE PRESIDENCIAL EN MÉXICO, ELECCIONES 2012

Austeridad y realismo ante la deuda

Kenneth Rogoff (The Project Syndicate)

Kenneth Rogoff es uno de los economistas estadounidenses más sólidos y robustos en sus percepciones y comentarios en torno a la situación que guardan los mercados financieros y la economía mundial de nuestros días. En su artículo de esta semana Rogoff afirma que "Muchos, si no todos, de los problemas macroeconómicos más acuciantes del mundo tienen relación con diferentes formas de sobreendeudamiento. En Europa, una combinación tóxica de deuda pública, bancaria y externa en la periferia amenaza con desmoronar la eurozona. Al otro lado del Atlántico, un enfrentamiento entre los demócratas, el Tea Party, y los republicanos de la vieja escuela ha producido extraordinaria incertidumbre sobre cómo Estados Unidos va a cerrar su déficit público del 8% del PBI en el largo plazo. Mientras tanto, Japón tiene un déficit presupuestario del 10% del PBI, a pesar de que un creciente número de recién jubilados pasa de comprar bonos del tesoro japonés a venderlos."

De nueva cuenta, con la crísis económico-financiera de 2008-2009 en las principales economías del mundo la discusión en torno a la importancia del déficit fiscal, igual que ocurrió en la década de los ochenta en América Latina, se vuelve a poner en el centro de la discusión. Una perspectiva, la de Rogoff, que vale la pena leer.