COMENTARIOS AL LIBRO “MEMORIAS Y DESVARÍOS” DE RICARDO BECERRA
Juan José Mendoza Alvarado
25 de mayo de 2022,
12:00 horas, anillo central de la Biblioteca principal de
la Universidad Autónoma de Nayarit
1.
“Memorias y desvaríos” de Ricardo Becerra es una
colección de textos breves integrados en dos partes, los cuales me permitiré
clasificar de la siguiente manera: en la primera parte encontramos 13 narraciones de las cuales 8 son evocaciones relacionadas
con su “memoria infantil” y 5 narraciones relacionadas con su biografía y sus
relaciones más cercanas: en estas, quienes lo conocemos y conocemos a su
familia, creemos ver -en el texto titulado La Niña- a Lourdes su esposa; decidiendo
la suerte de Júpiter y buscando cangrejos en la Playa del Naranjo hoy más
conocida como Costa Canuva para festejar el cumpleaños de la mamá de Ricardo a
su padre; intentando hacer caldo con el Zarapico que un gentilhombre les había
regalado, a su madre; asistiendo a la matiné dominguera con sus hermanos, a su
tío Ramón que alguno vez se perdió entre los caminos y éstos lo condujeron a
asistir a una mujer dando luz cuyo hijo varón fue bautizado como Ramón en honor
a su oportuno salvador; también vemos a Ricardo el migrante que se va a los
Estados Unidos, a Ricardo el subjefe de las bodegas de CONASUPO que por
ahorrativo intentó producir agua potable añadiendo cloro sin medida alguna a un
garrafón de agua, a Ricardo el Profesor que se preocupa por el futuro del
lenguaje y tal vez, con temor a equivocarme: a su abuelo en Jala reflexionando
sobre la importancia del maíz, de la calabaza y el cacahuate. En la segunda
parte, que el autor denomina “desvaríos” encontramos 13 textos cortos en los
cuales se puede observar, en buena medida, el ejercicio libre del arte de la
escritura por parte de Ricardo. En esta parte encontramos a un Ricardo
preparando sus alas para dejar volar libre la imaginación, aún con algunas
ataduras hacia sus memorias de vida, pero con giros de la imaginación que sólo
la libertad de pensamiento y expresión hacen posible.
2. José Guillermo Ánjel Rendo, un importante escritor colombiano, se pregunta en una conferencia titulada “El oficio de escribir” ¿Cuál es el territorio de la escritura? Y se contesta: “El territorio más cercano de la escritura es mi propia gente. O sea, cuando soy capaz de contar historias sobre los míos. Y cuando estoy hablando de mi gente, hablo de mis tíos, mis primos, mis hermanos y demás parentela que es la gente más cercana”. Así ocurre con Ricardo Becerra. Por ejemplo: en el texto titulado “El Júpiter”, que es el nombre del perro de la casa familiar, un hermoso cachorro juguetón que al igual que la yegua del padre de Ricardo y Pegaso, el potrillo hijo de la yegua, parecen presentar síntomas relacionados con la encefalitis equina, (una epidemia que azotó México entre 1970 y 1973) enfermedad que, el padre de Ricardo deduce con preocupación dada la incontinencia urinaria que presenta el Júpiter. En este texto podemos ver al padre de Ricardo marchando rumbo al arroyo seguido por el pelotón integrado por los hermanos de Ricardo y él mismo, quienes parecen marchar con aire marcial, seguidos muy de cerca y jugueteando con el Júpiter. Continúo con la narrativa de Ricardo Becerra: “Al llegar al arroyo, el perro corrió por la orilla, salpicándonos con agua fría, mientras mi papá trataba de calmarlo. El perro lo rodeaba, ladraba a su alrededor, y ahora sí, me he dado cuenta de que orina de manera descontrolada. Yo no sé si de veras está enfermo, pero mi papá asegura que sí. El perro no se está tranquilo. Mi padre se desespera y empieza a amenazarnos con aplicarnos un castigo ejemplar, pues a más de alguno de nosotros se le ha antojado corretear, jugando con el condenado a muerte. A la hora final, por fin mi padre lo ha podido poner al pie de una de las grandes piedras que hay junto al arroyo de mi pueblo. El perro posa como si le fueran a tomar una foto, mira hacia abajo como para mostrarnos cómo se hacen las cosas de manera correcta: alza el pecho, aguza las orejas y mueve, alegre, la cola al viento, mientras trata, en vano, de atrapar con su boca alguna de las abundantes mariposas amarillas que lo rodean. Mi papá nos repliega tras de él (tropa al fin, y de las más disciplinadas), se descuelga suavemente el rifle que le habían prestado el día anterior, y hace un disparo tan torpe que al perro le entra por el lomo, un poco detrás de la cabeza. El perro corre azorado, lo martiriza el dolor y el ruido, por lo que se protege entre las piernas mismas de mi padre. De pronto, ni él sabe qué hacer. El perro chilla, mi padre nos repliega de nuevo, y dispara, más certero, hasta que el perro muere entre sus piernas, buscando la protección de su dueño. Todos nos quedamos pasmados, mi padre no sabe qué hacer, y estalla en llanto. El perro queda tendido en la arena del arroyo, cubierto por las mariposas amarillas, que hacía un rato le habían hecho casi iniciar un juego postrer e interesante Volvemos los pasos a la casa de mi abuela. Yo ya no hablo, mis hermanos lloran, pero sin darlo mucho a notar, por temor a provocar un acceso de ira de parte de mi padre. Me parece seguir viendo el perro sobre la piedra, con el joven pecho al viento, como si hubiera sido un niño al que algún extraño visitante del pueblo pretendiera retratar. Recuerdo sus ojos, el brillo especial con el que pretendiera mostrar a nosotros, su familia, la manera de hacerlo adecuadamente.”
3.
Peter Sloterdijk, filósofo alemán, se cuestiona
y nos cuestiona: si estoy en el mundo, ¿dónde estoy? Eso es lo
más importante de todo, situarse. Por eso Borges decía: “lo primero que hice
fue poetizar mi barrio”. Y escribió un libro bellísimo sobre su propio barrio,
Adrogué, que se llama “Fervor de Buenos Aires”, donde define la ciudad a partir
de su propio espacio: por ahí caminaba, por ahí lo conocían, por ahí sabían
quién era quién, quién era el uno, quién era el otro. Así, toda esa cercanía nos
permite dar un testimonio de si estoy en el mundo, ¿dónde estoy? Ricardo
Becerra está en el Ejido del Capomo, en Las Varas, en Compostela, en la casa
familiar. Por eso sus memorias, sus evocaciones infantiles están profundamente
vinculadas a su origen: al arroyo que corre cerca de su casa, que “ruge, se
despeña y se pierde, culebreando, allá entre las prontas vegas que aparecen
cada verano, en el valle que se desenvuelve delante de nuestros ojos”; “a los
remansos de monte entre los cuales había una cantidad de zancudos y jejenes”;
“a los recodos del estero, habiendo cruzado puentes de árboles caídos sobre los
brazos de agua en los cuales, en el fondo se podían ver, asentados, caimanes y
cocodrilos esperando ver qué les cayera para echarse un bocado”; “al
insoportable calor de mayo y junio”. Las memorias de Ricardo Becerra están
profundamente vinculadas al medio rural, a su origen de hijo de ejidatario.
4. Una característica que se puede rescatar de los relatos de Ricardo Becerra es la condición migrante de su familia. Impulsados por el influjo seductor de la educación, de la escuela, la hermana mayor va arrastrando a la familia en esa gran empresa que constituye tener una formación universitaria. Ese periplo, llevará a Ricardo a realizar su primer año de primaria en el ejido de la Varas, su segundo, tercero y cuarto año de primaria en Compostela y a terminar la primaria en Tepic porque la hermana mayor había logrado ingresar a la escuela de Odontología. Se trató de un caso de migración interna por razones de carácter escolar; esa que todavía en nuestros días obliga a que muchos migren del campo a la ciudad, de la ciudad a los grandes centros de educación universitaria en México y en el Mundo. En la narrativa de Ricardo Becerra encontraremos al Mtro. Chencho, al Mtro. Tacho, al Maestro Montero de la ETI 84 entre algunos otros.
5.
He disfrutado la lectura de las memorias y
desvaríos de Ricardo Becerra. Si quieren saber quién fue Don Pedrito Aldaco, de
cómo Ricardo con unos pocos años de edad estrelló un huevo de pata contra el
suelo pensando que de él iba a salir un payasito sonriente, de Xóchitl la
enfermera que le curó su pie herido por unos vidrios de quien Ricardo niño
quedo perdidamente enamorado, los invito a leer las memorias y desvaríos de
Ricardo Becerra.
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