jueves, 17 de junio de 2010

SOBRE LA PSICOSIS SOCIAL DEL LUNES EN TEPIC

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Juan José Mendoza Alvarado
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Tres características definen una situación de psicosis: pérdida de contacto con la realidad, cambios en la personalidad y pensamiento desorganizado. Adicionalmente, se reconoce que estos síntomas pueden ser acompañados por un comportamiento inusual o extraño (Wikipedia). Estos síntomas, en mayor o menor grado, fueron experimentados por miles de tepicenses el lunes pasado. Dicho día, los tepicenses vivimos un lamentable episodio de psicosis colectiva caracterizado por la urgencia de cientos de padres de familia que apresuradamente corrían a los centros escolares donde estudian sus hijos para llevarlos a casa aún en horas de escuela. ¿Qué los movía? ¿Qué los impulsaba a actuar así? ¿Cómo podemos explicarnos esa conducta inusual en miles de padres de familia que ausentándose del trabajo, angustiados y con miedo exigieron a Directores y Maestros de escuela la entrega de sus hijos contraviniendo el horario escolar? A diferencia de quienes ligera, equivocada e irresponsablemente se apresuraron a culpar a los maestros como los responsables de haber provocado tal conducta en los padres de familia, me parece que hay que buscar una explicación más seria y veraz que nos permita explicarnos las razones profundas de la psicosis que vivimos el pasado lunes negro.
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Las causas que explican el comportamiento inusual y extraño de miles de padres de familia el lunes pasado, se localizan en la acumulación de experiencias que los nayaritas hemos vivido de manera general durante los últimos cinco meses y medio y de manera muy particular durante el pasado fin de semana, el más sangriento del presente año con 28 ejecuciones. Desde el enfrentamiento en la Colonia Santa Teresita, el del Oxxo en Av. Insurgentes a la altura de la Alameda, el ajusticiamiento y posterior calcinamiento de 12 auxiliares de José Luis Estrada Martínez (a) el Pepino en San José de Costilla, los enfrentamientos de Av. Insurgentes y Río Suchiate, la de Rey Nayar, la aprehensión y asesinato del Chaguín y de su sobrino, los atentados a los deudos que velaban en la Funeraria San José, los falsos retenes de Mesillas y el Refilión, aderezados por las decenas de levantones y ejecutados que casi se han vuelto parte de nuestra cotidianeidad y cuyos cuerpos se han localizado en Xalisco, Tepic, tecuala , Acaponeta y Tuxpan hasta los de Plaza Soriana y el de Av. Colosio a la altura del Motel Las Flores configuran el clima social de experiencias a las cuales hemos estado sometidos los nayaritas y que tuvieron como colofón la psicosis colectiva del pasado lunes.
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Ya en mi colaboración del pasado día 14 sobre el enfrentamiento en Plaza Soriana apuntaba lo que a mi juicio constituye una característica distintiva de ese enfrentamiento: el de haberse realizado en un espacio al que asisten cientos de personas a realizar sus compras y el de haberse transmitido a miles de nayaritas por vía telefónica y por las redes sociales vía internet. Adicionalmente, el lunes por la mañana nos despertamos con la noticia de que se habían realizado 15 ejecuciones más que se sumaban a las 13 bajas que habían ocurrido el sábado a mediodía en Plaza Soriana; habíamos vivido los nayaritas la jornada más violenta y sangrienta desde que se desató la presente oleada de inseguridad en Nayarit. Por si esto fuera poco, el mismo lunes se ejecutó el operativo por la Av. Colosio a la altura del Motel la Flores, el cual involucró cerrar tres centros educativos cuyos alumnos, maestros, personal administrativo y padres de familia se constituyeron en cadenas de comunicación para miles de ciudadanos tepicenses. De igual manera actuaron los cientos de vecinos que fueron testigos del enfrentamiento armado entre los delincuentes.
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Toda explicación que ignore el contexto aquí brevemente descrito, tenderá a simplificar las causas que desataron el comportamiento inusual de miles de tepicenses el pasado lunes negro. Es tiempo de actuar con mucha responsabilidad, es tiempo de no dar espacio a las explicaciones apresuradas y sin fundamento. Los maestros nayaritas merecen todo el respeto de sus gobernantes y de los diversos actores sociales. Sólo con respeto podremos construir las condiciones para presentar un frente común en contra de quienes pretender alterar el orden constitucional y nuestras reglas de convivencia social.
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