En este capítulo el autor plantea la urgencia de analizar las características macroeconómicas del nuevo modelo económico implantado en México a partir de la década de los ochenta. “La hipótesis de base es que los cambios estructurales introducidos han gestado una nueva pauta de comportamiento y que, lejos de ser estable, como lo proclaman sus impulsores, este modelo arrastra diversas conductas patológicas que lo hacen en extremo inestable”. Identifica adicionalmente un retraso histórico en la atención de la agenda de las autoridades económicas nacionales: siguen centrados en el combate a la inflación, “cuando en el nuevo contexto, creado por las políticas de cambio estructural, el problema es justamente el opuesto: el predominio de las tendencias recesivas”. En capítulos anteriores, el autor ha mostrado cómo “con el nuevo modelo la economía mexicana crece mucho más lentamente que con el anterior”. En contraste, para los responsables de la conducción de la economía nacional, el lento crecimiento se explica por la insuficiencia de las reformas estructurales emprendidas en los ochenta por lo que, en su agenda se proponen una segunda generación de reformas estructurales: la reforma energética, educativa, laboral, etc.
En opinión de Etelberto Ortiz existen al menos dos aspectos del problema que no han sido discutidos en toda su dimensión, pero que son esenciales en el diseño de la política monetaria actual:
La consecuencia más importante del encuadre presentado es que “el diseño de la política monetaria en realidad no descansa en el control del quantum monetario, sino en la definición por parte del Banco de México y del sistema bancario de un vector de precios de base, consistente en tres tasas: la de cambio (E), la tasa nominal de interés (i) y la tasa salarial (w). Para ello el criterio esencial es una baja tasa de inflación y estabilidad cambiaria para un manejo con menor incertidumbre. Esta política sería impensable sin que se pueda regular a un tiempo la tasa de salario nominal y real”.
Y continua Ortiz Cruz: “el problema radica en que el impacto de estas tres variables no se limita a reducir la inflación y atraer capitales de corto plazo. Esto, ciertamente, es responsabilidad del Banco de México. La dificultad es que además tiene severas repercusiones en la capacidad y en las estrategias de los agentes en la economía para realizar los ajustes que la dinámica competitiva les impone. Este último aspecto tiene diversas consecuencias para realizar toda la capacidad de crecimiento de la economía, y no parece ser reconocido como responsabilidad del banco central, a pesar de que ciertamente es referido una vez y otra en multitud de documentos de política monetaria que presenta el Banco de México”. Para Ortiz el mensaje es claro. “La lectura del banco central no está comprometida con el equilibrio de todos los agentes. Puede ser de equilibrio para él, pero es incapaz de identificar que los agentes están en desequilibrio”.
Los agentes –afirma Ortiz- pueden reaccionar de cualquiera de las siguientes maneras:
- Contrayendo su nivel de actividad, o bien
- Intentando recolocar sus precios, lo que provoca una presión inflacionaria
- Redocumentando pasivos, extendiendo la vida de la cartera vencida.
La inflación pudiera ser derrotada –explica Etelberto Ortiz- tanto por la política del Banco Central de pegar la tasa de cambio, como por las reacciones competitivas de todos los agentes, pero la reproducción de un ámbito de estancamiento permanece y se reproduce. Esto tarde o temprano impactará los presuntos equilibrios del sistema bancario y del sector público que verán sus ingresos reducidos, eventualmente desembocando en una crisis financiera o fiscal. La tentación del banco central de mantener el equilibrio mandando señales de que puede resistir la situación lo puede conducir a agotar sus reservas, y muchas veces será empujado a devaluar, con el consiguiente impacto inflacionario.
COMENTARIO. Hay una idea toral en el planteamiento del autor que estamos revisando: la definición por parte del Banco Central y el Sistema Bancario de un vector de precios base (tasa de cambio, de interés y salarial) que permite saldar las cuentas externas y cumplir los compromisos en materia de deuda existentes con la Banca Internacional, no así los ajustes de las empresas los cuales enfrentan un vector de precios que no siempre les permite aproximarse a una posición de equilibrio o de ganancia. Éste hecho conduce a mantener una dualidad que podemos identificar como: equilibrio macroeconómico con bajas tasas de actividad económica, lo que el autor denomina como característica recesiva del modelo. Como sabemos, en la elaboración de la política económica existe siempre una determinada intencionalidad. En éste sentido el Banco de México no es el subastador walrasiano que atiende las señales del mercado y realiza ajustes, sino más bien, -como el propio Ortiz Cruz apunta- es el subastador tiránico que impone precios al conjunto de los agentes económicos que no siempre les permiten realizar sus ajustes. En este sentido, la política monetaria es recesiva y está diseñada esencialmente para honrar los compromisos con el capital internacional.
Según nuestro autor, “la economía mexicana pasó de un modelo de política cuyo centro era la política fiscal a otro en el que la política fiscal se amarra al principio de déficit fiscal cero y promueve el crecimiento a través de los impuestos. Esto marca una reorientación crucial del modelo de política económica. El elemento central de la dirección general de la economía ha venido a descansar en la política monetaria, y ahora la encontramos como el principio rector de todo el encuadre de política. ¿Cuáles son las prioridades de política monetaria para el Banco de México? En la visión ortodoxa: mantener el poder de compra del peso, es decir, evitar la inflación. Sin embargo, al crear la figura de banco central independiente, se ha introducido un componente crucial de la manera de pensar de los fenómenos monetarios. Implícitamente se está aceptando la idea de que la política monetaria es neutral tanto en el corto como en el largo plazo. La regulación monetaria sólo incidiría en el nivel de precios, pero en forma alguna en la orientación del proceso económico en su conjunto. La presunción es que la estabilidad monetaria en el largo plazo sería una condición necesaria y suficiente para promover el crecimiento. La política monetaria se reduciría a crear un ámbito adecuado para las decisiones privadas de inversión y asignación de recursos, que teóricamente debería ser la mejor posible”.
Sin embargo, señala Ortiz Cruz, esta visión es equívoca en extremo por tres razones:
1. La política monetaria no es neutral ni en el corto ni en el largo plazo, pues incide de manera fundamental en el proceso de asignación de recursos y formación de los precios.
2. La política monetaria incide en la realización del potencial de crecimiento de la economía, y por ello mismo incide en el proceso de largo plazo.
3. La política monetaria tiene un gran impacto directo e indirecto en la actividad económica, por lo que incide en el marco de realización de la política fiscal. La posibilidad de alcanzar las metas de estabilidad fiscal ahora en forma importante de la orientación de la política monetaria.
COMENTARIO. Están planteadas pues, las premisas básicas para el debate en torno a la hipótesis clásica de neutralidad del dinero, la cual es ampliamente rechazada por el autor que hemos estado revisando quien postula abiertamente la idea de no neutralidad del dinero en el corto y en el largo plazo para el caso de la economía mexicana. Se reconoce con claridad lo que el pensamiento económico dominante ha querido evadir o ignorar: la dimensión relativa de la política económica, la dimensión analítica de la política económica que la hace sujeto de debate.
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