sábado, 27 de agosto de 2011
Una animación sobre la Historia del Pensamiento Económico en cuatro minutos
sábado, 20 de agosto de 2011
Igual que en la década de los 30 del siglo XX: Una nueva contienda entre Keynes y Hayek
El economista austriaco Friedrich von Hayek, que murió en 1992 a la edad de 93 años, dijo una vez que quien desee tener la última palabra sólo tiene que sobrevivir a sus oponentes. Su gran fortuna fue sobrevivir a Keynes por casi 50 años, y por tanto reclamar una victoria póstuma sobre un rival que lo había embestido intelectualmente cuando estaba vivo.
Sin embargo, ambas tradiciones fueron eclipsados por la escuela de Chicago de "expectativas racionales", que ha prevalecido en la economía dominante en los últimos veinticinco años. Si los agentes económicos supuestamente poseen información perfecta sobre todas las contingencias posibles, nunca podrían suceder crisis del sistema, excepto como resultado de accidentes y sorpresas más allá del alcance de la teoría económica.
El colapso económico mundial de 2007-2008 desacreditó la economía de las "expectativas racionales" (a pesar de que sus sumos sacerdotes aún no lo reconocen) y trajo a Keynes y Hayek nuevamente a una contienda póstuma. Los problemas no han cambiado mucho desde que iniciaran su discusión en la Gran Depresión de la década de 1930. ¿Qué causa el colapso de las economías de mercado? ¿Cuál es la respuesta correcta a un colapso? ¿Cuál es la mejor manera de evitar colapsos futuros?
Para Hayek a comienzos de los años 30 y para sus seguidores en la actualidad, la "crisis" es resultado de un exceso de inversión en relación con la oferta de ahorro, que fue posible por una expansión excesiva del crédito. Los bancos prestan a tasas de interés más bajos que las que los ahorristas genuinos habrían exigido, haciendo que todo tipo de proyectos de inversión se vuelvan temporalmente rentables.
Sin embargo, debido a que estas inversiones no reflejan las preferencias reales de los agentes para el futuro sobre el consumo actual, no están disponibles los ahorros necesarios para su realización. Se puede ganar algo de tiempo con inyecciones monetarias de los bancos centrales. Sin embargo, los participantes del mercado terminan por caer en cuenta de que no hay ahorro suficiente para completar todos los proyectos de inversión. En ese momento, el auge se convierte en caída.
Cada auge artificial lleva las semillas de su propia destrucción. La recuperación se logra mediante la liquidación de las asignaciones inadecuadas, la reducción del consumo y el aumento del ahorro.
Keynes (y los keynesianos de hoy) considerarían que la crisis es resultado de lo contrario: la falta de inversión en relación con la oferta de ahorro -es decir, muy poco consumo o demanda agregada para mantener un nivel de pleno empleo de la inversión- que por fuerza ha de llevar a un colapso de las expectativas de ganancias.
Una vez más, la situación se puede mantener por un tiempo recurriendo a la financiación del crédito a los consumidores, pero estos terminan por sobreapalancarse y restringir sus compras. De hecho, las explicaciones keynesiana y hayekiana de los orígenes de la crisis en realidad no son muy diferentes, pues en ambas el sobreendeudamiento desempeña un papel central. Pero las conclusiones a las que apuntan son muy diferentes.
Mientras que para Hayek la recuperación requiere la liquidación de las inversiones excesivas y un aumento del ahorro de los consumidores, para Keynes consiste en reducir la propensión al ahorro y aumentar el consumo a fin de mantener las expectativas de utilidades de las empresas. Hayek exige más austeridad mientras que Keynes exige más gasto.
Aquí tenemos una idea de por qué Hayek perdió la gran batalla con Keynes en la década de 1930. No era solamente que la política de liquidar excesos era políticamente catastrófica: en Alemania, llevó a Hitler al poder. Como señalara Keynes, si todo el mundo -hogares, empresas y gobiernos- comenzaran a intentar aumentar su ahorro al mismo tiempo, no habría manera de evitar que la actividad de la economía se redujera hasta que la gente se volviera demasiado pobre para ahorrar.
Este fallo en el razonamiento de Hayek hizo que la mayoría de los economistas abandonaran el campo de Hayek para abrazar las políticas keynesianas de "estímulo". Como recordara el economista Lionel Robbins: "Frente a gran deflación de esos días, la idea de que lo esencial era eliminar las inversiones equivocadas y ... fomentar la disposición a ahorrar ... era tan poco adecuada como negar mantas y estimulantes a un borracho que hubiera caído en un estanque helado, bajo el razonamiento de que su problema original era el sobrecalentamiento."
Excepto para los fanáticos de Hayek, parece obvio que el estímulo global coordinado de 2009 detuvo la caída en otra Gran Depresión. No hay duda de que el coste para muchos gobiernos de rescatar a sus bancos y mantener sus economías a flote frente al colapso de la economía dañó o destruyó su capacidad crediticia. Pero se reconoce cada vez más que la austeridad del sector público en un momento de débil gasto del sector privado garantiza años de estancamiento, si no un mayor colapso.
Así que la política tendrá que cambiar. Poco se puede esperar en Europa: la verdadera pregunta es si el presidente Barack Obama posee lo necesario para ser un nuevo Franklin Roosevelt.
Para evitar nuevas crisis de la misma gravedad en el futuro, los keynesianos propondrían el fortalecimiento de las herramientas de gestión macroeconómica. Los hayekianos no tienen nada sensato que aportar. Es demasiado tarde para uno de sus remedios favoritos: la supresión de los bancos centrales, supuestamente por ser fuente de excesiva creación de crédito. Incluso una economía sin bancos centrales estará sujeta a errores de optimismo y pesimismo. Y una actitud de indiferencia a las consecuencias de estos errores es una mala política y un mal enfoque moral.
Por lo tanto, a pesar de su distinción como filósofo de la libertad, Hayek merecía perder su batalla con Keynes en la década de 1930. Y se merece perder la revancha de hoy también.
El Wall Street Journal entrevista a Nouriel Roubini
- Roubini: Las empresas globales no están haciendo nada, no están ayudando... Afirman que hay un exceso de capacidad y por eso no contratan, porque no hay demanda final. Pero hay una paradoja y eso crea un círculo vicioso, si no contratan trabajadores no hay ingresos por trabajo, no hay confianza por parte de los consumidores, no hay suficiente consumo, no hay demanda final.
- Roubini: Y en los últimos dos o tres años esto ha empeorado porque ha habido una redistribución masiva de los ingresos del trabajo al capital, de los salarios a las ganancias, las desigualdades entre los salarios y los patrimonios han crecido, y la propensión marginal al gasto por parte de un hogar es mayor que la de una empresa, porque las empresas tienen una alta propensión marginal a ahorrar comparadas con un hogar. Esta redistribución de ingresos y patrimonio hace que el problema de la excesiva falta de demanda agregada empeore.
- Roubini: Pensamos que los mercados funcionaban. No están funcionando. Y lo que es individualmente racional es que cada empresa quiere sobrevivir y prosperar, y eso significa recortar costos laborales aún más. Mis costos laborales son los ingresos laborales y el consumo de otros. Por eso es que es un proceso de autodestrucción.
Nouriel Roubini
WSJ: Estamos viendo problemas fiscales en Estados Unidos, problemas de deuda soberana en Europa, tensiones en el sector bancario allí y una economía coja aquí. ¿Qué podemos hacer para que la economía crezca?
Roubini: Probablemente muy poco. Estamos en un proceso de doloroso desapalancamiento global porque la crisis empezó con demasiada deuda privada y apalancamiento y ahora tenemos demasiada deuda pública y apalancamiento además de la privada. Y este continuo proceso de desapalancamiento significa que se tiene que gastar menos en los sectores privado y público para ahorrar más. Esto implica que va a haber una tendencia de crecimiento bajo par en la mayoría de las economías durante muchos años. Y ahora hay un creciente riesgo de que haya no sólo un crecimiento económico lento sino que puede haber una recaída en la recesión. Para evitar esto y otro cataclismo financiero, probablemente necesitemos más flexibilización de la política monetaria por parte de los bancos centrales.
WSJ: La Fed ha dicho que mantendrá las tasas de interés cerca de cero durante los próximos dos años, hasta mediados de 2013. ¿Será suficiente?
Roubini: Probablemente no y Bernanke anunciará más relajamiento cuantitavivo (QE) en Jackson Hole. Hay una serie de opciones. Habrá alguna variante de relajamiento cuantitativo. Mantener las tasas cercanas a cero es un paso, comprar más bonos del Tesoro es otro, tratar de influir directamente en las tasas a largo plazo es otro… hay una combinación de políticos, tal vez un QE3, un QE4, quizás un QE5 si estamos cerca de una depresión.
WSJ: Si nadie quiere tomar prestado, ¿qué ayuda ofrecen las tasas bajos?
Roubini: Es cierto, la política monetaria y liquidez no pueden resolver los problemas de solvencia y crédito. Lo único que se puede hacer es tratar de reducir la probabilidad de una recaída en la recesión, es decir, evitar lo peor. Si el canal del crédito está roto las medidas no van a funcionar y esa liquidez extra puede ir a unas mayores reservas.
WSJ: Usted pinta un cuadro sombrío. ¿Qué pueden hacer los gobiernos y las empresas para hacer que la economía vuelva a crecer?
Roubini: Las empresas globales no están haciendo nada, no están ayudando... Afirman que hay un exceso de capacidad y por eso no contratan, porque no hay demanda final. Pero hay una paradoja y eso crea un círculo vicioso, si no contratan trabajadores no hay ingresos por trabajo, no hay confianza por parte de los consumidores, no hay suficiente consumo, no hay demanda final.
Y en los últimos dos o tres años esto ha empeorado porque ha habido una redistribución masiva de los ingresos del trabajo al capital, de los salarios a las ganancias, las desigualdades entre los salarios y los patrimonios han crecido, y la propensión marginal al gasto por parte de un hogar es mayor que la de una empresa, porque las empresas tienen una alta propensión marginal a ahorrar comparadas con un hogar. Esta redistribución de ingresos y patrimonio hace que el problema de la excesiva falta de demanda agregada empeore.
Karl Marx tenía razón, llegado un punto, el capitalismo puede autodestruirse, porque no se puede seguir trasladando ingresos del trabajo al capital sin tener un exceso de capacidad y una falta de demanda agregada. Y eso es lo que sucedió. Pensamos que los mercados funcionaban. No están funcionando. Y lo que es individualmente racional es que cada empresa quiere sobrevivir y prosperar, y eso significa recortar costos laborales aún más. Mis costos laborales son los ingresos laborales y el consumo de otros. Por eso es que es un proceso de autodestrucción.
WSJ: Los problemas fiscales que EE.UU. tiene en este momento, ¿de quién es la culpa?
Roubini: Obviamente, es la culpa de George Bush. Cuando Obama asumió el poder, heredó un déficit presupuestario de US$1,2 billones (millones de millones)... y cuando Bush llegó al poder, había un superávit de US$300.000 millones. ¿Cómo pasamos de un superávit de US$300.000 millones a un déficit de US$1,2 billones, un cambio de US$1,5 billones en nuestra condición fiscal? Decidimos recortar los impuestos pero no pudimos hacerlo en 2001-2003, gastamos US$2 billones en dos guerras que no se podían ganar, duplicamos el gasto discrecional... añadimos prestaciones sociales como beneficios de Medicare para comprar medicamentos y luego tuvimos un enfoque laissez-faire para la supervisión de la regulación financiera, causamos la mayor crisis financiera de la historia, lo que implicó un enorme incremento del déficit porque teníamos el déficit de la recesión y teníamos el costo fiscal de rescatar a las instituciones financieras. Por lo tanto, tuvimos cinco factores que llevaron a que pasáramos de un enorme superávit a un enorme déficit. Y él heredó dos guerras en el exterior y la peor crisis financiera y económica, y ahora le echan la culpa a él.
Eso es lo que pasó. Destruimos nuestra sostenibilidad fiscal antes de que llegara al poder. Teníamos armas y mantequilla y bajos impuestos. No funciona. Si quieres armas y mantequilla, debes tener altos impuestos durante guerras. No puede ser de esta forma... Él heredó el desastre, él heredó un desastre total. Tuvimos suerte de que esta Gran Recesión no se convirtió en otra Gran Depresión. Y necesitamos otro estímulo para eso. El problema fue que el estímulo no fue suficiente, no que fue demasiado.
viernes, 19 de agosto de 2011
¿Está el capitalismo condenado al fracaso?
- NOURIEL RUBINI: "Karl Marx estuvo parcialmente en lo correcto al argumentar que la globalización, la intermediación financiera fuera de control, y la redistribución del ingreso y la riqueza de los trabajadores en beneficio del capital podría llevar al capitalismo a su autodestrucción"
Hoy en día una combinación de los precios altos del petróleo y productos básicos, los disturbios en el Oriente Medio, el terremoto y tsunami del Japón, la crisis de deuda de la eurozona y los problemas fiscales de Estados Unidos (y ahora la rebaja de su calificación crediticia) han llevado a un aumento masivo en la aversión al riesgo. Económicamente los Estados Unidos, la eurozona, el Reino Unido y el Japón funcionan al ralentí. Incluso los mercados emergentes en crecimiento (China, Asia emergente y América Latina), y las economías orientadas a la exportación que se basan en estos mercados (Alemania y Australia, un país rico en recursos naturales), están experimentando desaceleraciones agudas.
Hasta el año pasado, los políticos siempre pudieron sacar un as de bajo la manga para reactivar los precios de los activos y detonar la recuperación económica. Estímulo fiscal, tasas de interés de casi cero, dos rondas de "flexibilización cuantitativa", separación estricta de las deudas incobrables y billones de dólares en rescates y provisión de liquidez para los bancos y entidades financieras: las autoridades ejecutivas intentaron todo esto. Ahora se han quedado sin ases.
La política fiscal hoy en día es un lastre para el crecimiento económico tanto en la eurozona como en el Reino Unido. Incluso en los EE.UU., los gobiernos estatales y locales, y ahora el gobierno federal, recortan el gasto y reducen los pagos de transferencias. Muy pronto, ellos subirán los impuestos.
Otra ronda de rescates para los bancos es políticamente inaceptable y económicamente inviable: la mayoría de los gobiernos, especialmente en Europa, están tan estresados que los rescates no son asequibles; de hecho, el riesgo soberano está, en realidad, alimentando por la preocupación por la salud de los bancos europeos, que tienen en sus carteras la mayor parte de los cada vez más inestables valores gubernamentales.
Tampoco la política monetaria puede ser de mucha ayuda. La flexibilización cuantitativa en la eurozona y el Reino Unido se ve limitada por una inflación por encima del nivel objetivo. La Reserva Federal de EE.UU. probablemente inicie una tercera ronda de flexibilización cuantitativa (QE3), pero esta ofrecerá muy poco y llegará demasiado tarde. El año pasado la flexibilización cualitativa (QE2) de $600 millardos y de $1 billón de dólares en recortes de impuestos y transferencias logró un crecimiento de apenas el 3% durante un trimestre. Posteriormente, el crecimiento cayó bruscamente a menos del 1% en el primer semestre del año 2011. QE3 será de mucho menor tamaño, y logrará mucho menos en cuanto a reactivar los precios de los activos y restaurar el crecimiento.
La depreciación de la moneda no es una opción viable para todas las economías avanzadas: todas ellas necesitan una moneda más débil y una mejor balanza comercial para recuperar el crecimiento, pero no todas ellas pueden estar en esta situación al mismo tiempo. Así que depender de los tipos de cambio para influir en la balanza comercial es un juego de suma cero. Por esta razón se vislumbran en el horizonte guerras cambiaras; Japón y Suiza son los participantes de las primeras batallas por debilitar sus tipos de cambio. Otros pronto seguirán el ejemplo.
Mientras tanto, en la eurozona, Italia y España están ahora en riesgo de perder acceso al mercado, y en la actualidad las presiones financieras sobre Francia también van en aumento. Sin embargo, Italia y España son países demasiado grandes para quebrar y demasiado grandes para ser rescatados. Por el momento, el Banco Central Europeo comprará algunos de sus bonos como un puente con el nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF, por el nombre en inglés) de la eurozona. Sin embargo, si Italia y/o España pierden su acceso al mercado, los €440 mil millones ($ 627 mil millones) del arca de guerra del EFSF podrían agotarse hasta finales de este año o principios del año 2012.
En ese momento, a menos que se tripliquen los fondos del EFSF –una medida a la que se opondría Alemania– la única opción que quedaría sería una reestructuración ordenada pero coercitiva de la deuda italiana y española, tal como ha ocurrido en Grecia. La reestructuración coercitiva de la deuda no garantizada de los bancos insolventes sería el siguiente paso. Por esta razón, aunque apenas ha empezado el proceso de desapalancamiento, se harán necesarias las reducciones de deuda si los países no pueden crecer o ahorrar o agrandarse por cuenta propia para salir de sus problemas de deuda.
Parece que Karl Marx estuvo parcialmente en lo correcto al argumentar que la globalización, la intermediación financiera fuera de control, y la redistribución del ingreso y la riqueza de los trabajadores en beneficio del capital podría llevar al capitalismo a su autodestrucción (sin embargo se demostró que su idea de que el socialismo da mejores resultados fue errónea). Las empresas están recortando puestos de trabajo porque no hay suficiente demanda final. Sin embargo, al recortar puestos de trabajo se reduce el ingreso de los trabajadores, se aumenta la desigualdad y se reduce la demanda final.
Las protestas populares recientes, que se extienden desde el Medio Oriente hasta Israel y el Reino Unido, y la creciente ira popular en China –y que más temprano que tarde llegarán a otras economías avanzadas y mercados emergentes– son todas impulsadas por los mismos problemas y tensiones: creciente desigualdad, pobreza, desempleo, y desesperanza. Incluso las clases medias del mundo están sintiendo la presión de la caída de ingresos y oportunidades.
Para permitir que las economías orientadas al mercado operen como deberían y como pueden, tenemos que retornar al equilibrio adecuado entre los mercados y la provisión de bienes públicos. Esto significa alejarse tanto del modelo anglosajón de laissez-faire y economía vudú como del modelo europeo continental de los estados de bienestar impulsados por el déficit. Ambos modelos están resquebrajados.
El equilibrio adecuado hoy en día exige la creación de puestos de trabajo de manera parcial a través de estímulos fiscales adicionales dirigidos a las inversiones en infraestructura productiva. También requiere de impuestos más progresivos; más cantidad de estímulos fiscales a corto plazo junto con disciplina fiscal de mediano y largo plazo; de apoyo de préstamos de última instancia por parte de las autoridades monetarias a fin de prevenir corridas bancarias destructivas; de reducción de la carga crediticia de los hogares insolventes y de otros agentes económicos que atraviesan dificultades económicas; de supervisión y regulación más estricta de un sistema financiero que está fuera de control; y de fraccionamiento de los bancos que son demasiado grandes para quebrar y de los fondos de inversión oligopolísticos.
Con el tiempo, las economías avanzadas tendrán que invertir en capital humano, capacitación y redes de seguridad social para aumentar la productividad y permitir que los trabajadores compitan, sean flexibles y prosperen en una economía globalizada. La alternativa es –igual que en la década de 1930– interminable estancamiento, depresión, guerras cambiarias y de balanza comercial, controles de capital, crisis financiera, insolvencias soberanas, y masiva inestabilidad política y social.